
 
Luis Varela
SABER INVERTIR

Edición en línea del Martes 15 de diciembre de 2020
CORPORACIONES: 100 AÑOS DE PERSONAS QUE VIVEN DEL ESFUERZO DE OTROS
Patria sin patriotas
	Escribe LUÍS VARELA
luisalbertovarela@hotmail.com
	Algunos 
	millenians, especialmente algunos que amo con todo mi corazón, me califican 
	de dinosaurio por algunas de las ideas que profeso. Y seguramente, ni yo 
	tengo toda la razón, ni ellos tampoco. Creo profundamente en los debates, 
	que enriquecen, y hacen meter en la cabeza de cada quien ideas que están en 
	las cabezas de los otros, y solo a través de eso se logra la moderación y el 
	progreso.
	
	Muchas veces dicen que una cosa lleva a la otra. Justamente los milenians 
	hablan de hilos, que son una especie de sucesión de las publicaciones que 
	van evolucionando a través de las redes de internet. Y, sorpresivamente, o 
	no, esos hilos también están en la memoria. Leer o encontrar determinadas 
	circunstancias plantean ciertos recuerdos. Y, a su vez, esos recuerdos 
	gatillan otros olvidos.
	
	Y estos pensamientos me devolvieron al presente una frase que alguna vez leí 
	de un personaje clave de la historia del siglo 20. Winston Churchill, Primer 
	Ministro de Gran Bretaña que fue la piedra basal para terminar con la 
	hegemonía nazi en la Europa de los años 40 supo decir: "Algunos cambian de 
	partido para defender sus principios y otros cambian de principios para 
	defender a su partido".
	
	Por supuesto, muchos se preguntarán hacia dónde va el desarrollo de este 
	artículo. Simple: este dinosaurio tuvo en los últimos días una sucesión de 
	eventos que ponen en blanco sobre negro la esencia de la tragedia de 
	corporaciones egoístas que viene sufriendo la Argentina desde hace un siglo.
	
	La secuencia del pensamiento se dio así. Primero me encontré con dos 
	personas que conocieron a mi padre, un gallego auténtico, que huyó de una 
	España empobrecida y sin oportunidades, y eligió como destino de su vida a 
	la Argentina, para su porvenir, y el de toda su familia. Esas dos personas 
	saben que soy periodistas y me reclamaron: "No escribas solo de economía y 
	finanzas, también contá algo de lo que te pasó con tu viejo, que seguro nos 
	va a deleitar".
	
	Y así lo hice, publiqué en las redes un recuerdo divertido que me hace 
	brotar emoción, sonrisas y lágrimas, todo junto, recordando a mi viejo, un 
	tigre, jugador de toda la cancha, que si tienen ganas pueden leer en este 
	link: "Co 
	chi vai Oh".
	
	El caso es que este recuerdo despertó el afecto de muchos amigos con los que 
	no hablaba desde hace mucho tiempo. Pueden ver sus reacciones por ejemplo en 
	mi usuario de Facebook (https://www.facebook.com/varelaluisalberto).
	
	Pero entre todos los saludos y guiños que recibí, quiero destacar uno muy 
	especial, de un compañero de banco que tuve cuando fui editor de la sección 
	Economía de Clarín en los años 80 y 90. Se trata de Antonio Ambrosini, un 
	periodista cuya cabeza lo llevó más allá, a desarrollos muy importantes, 
	quien al saludarme me hizo un reclamo: "Grande Luisito, ¿tenés el artículo 
	que publicaste en Clarín, en la página editorial, te acordás? En los 
	ochenta, fue estupendo, me gustaría leerlo".
	
	El desgraciado de Antonio me puso a trabajar. Y tuve que ponerme a revisar 
	papeles viejos, de la Edad Media, y entre polillas que volaban y olor a 
	humedad, encontré estas dos notas que publiqué en El Diario de la Argentina, 
	antes de que por defender mis principios quedara fuera de ese partido.
	
	Esas dos notas fueron tituladas: ¿Valió la pena la América? y "Alguien tiene 
	que empezar" y pueden leerlas en las fotos que adjunto en esta publicación.
	
	
	Yo, hijo de gallegos, tengo por supuesto una parte de mi corazoncito en el 
	terruño, como todo hijo de emigrante. Pero no soy gallego, soy argentino, 
	bien argentino, es mi Patria, y ya podría estar tonteando, dedicándome a 
	otras cosas y dejar de pelear. Pero todo el trabajo que realizo es porque 
	creo firmemente en las ideas del modo en el que es posible convertir a la 
	Argentina en un país que valga la pena, inmensamente. El sueño puede ser 
	posible.
	
	El caso es que releyendo esos viejos escritos me vino a la cabeza la trampa 
	en la que cayó nuestro país, y que nos tiene dando vueltas, como perro que 
	se muerde la cola, peleando como los hermanos Macana, hundiéndonos cada vez 
	más, sin progresar, sin crear, sin desarrollarnos, y llevando a nuestra 
	Nación a una pobreza y una indigencia incomprensibles.
	
	No tengo dudas. La raíz de todos nuestros problemas radica en una situación 
	clave. Los privados no han sido capaces de desarrollar ideas exitosas 
	durante más de 100 años. Por esa razón, las empresas fueron desvaneciéndose 
	y dejando sin empleo a mucha gente que trabajaba en ellas. Esos desempleados 
	fueron buscando refugio en el Estado. A través de algún amigo, consiguieron 
	estabilidad. Y se transformaron en personas que no se ven obligadas a 
	desarrollar ideas que generen crecimiento y riqueza, para ellos, para sus 
	familias y para el valor de sus vidas, la única que tienen.
	
	Así, miles de personas, arrinconadas, se conformaron con ser porteros con 
	sueldos que cada vez alcanzan para menos cosas. Mientras que un grupo de 
	"empleados públicos de alto rango", así los calificó el ministro Martín 
	Guzmán, cobran sueldos excesivos, que la generación de riqueza de la Nación 
	no está en condiciones de cubrir y, por eso, entre otras causas, el país se 
	ve obligado a crear una interminable capa de impuestos. Y ojo, no solo los 
	peronistas o los K los culpables, son todos, los radicales, los del PRO... 
	Larreta acaba de ponerle un impuesto a los gastos con tarjeta. Todos siempre 
	tienen una excusa.
	
	Los empleados públicos de alto rango tienen sueldos de entre 200.000 y 
	870.000 pesos al mes. Y cobran gastos extras por viáticos y antigüedad.
	
	Conozco personalmente gente, con pensamientos socialistas, que siempre 
	fueron críticos de los que abusaban en el Estado, que con la caída del 
	Macrismo (que nombró a toda su gente en planta permanente con sueldos de 
	alto rango, igual que todos), fueron amparados por los kirchneristas y 
	últimamente también se incorporaron en el Estado.
	
	Y en conversaciones privadas me confirmaron "estoy cobrando 180.000 pesos, 
	pero por suerte me están pagando viáticos, porque cada vez me alcanzan para 
	menos".
	
	Y yo les pregunté: "¿Pero vos criticabas a esa gente que vivía del Estado y 
	que terminaba contribuyendo para crear cada vez más pobres". Y la respuesta 
	fue tajante: "Qué querés que haga, no tengo salida, ya estuve en Siberia 
	mucho tiempo. Ahora cuido la mía, y la de mi familia".
	
	Inmediatamente, cerrando todo este pensamiento, hablé con una persona que 
	estaba en una situación económica muy complicada. Y con mucha alegría me 
	dijo: "Luissss, no sabés qué alivio. Me incorporaron a un grupo de trabajo y 
	por suerte voy a tener un lugar que me permita pagar mis gastos".
	
	Así, otra persona que pasaba sus horas tratando de inventar cosas para 
	sobrevivir, pasó a trabajar para una estructura estatal. Y su incorporación 
	y la de otra gente vino con festejo, en una cena alegre, pipona, con todos 
	sin barbijo.
	
	Ahí mismo recordé las entregas de sus existencias que hicieron muchos de los 
	héroes de la Patria, como Manuel Belgrano, y tantos otros. 
	
	Y detrás de eso, me surgió el nombre, Patria, Instituto Patria, el bloque de 
	kirchneristas que está tratando de armar otro tipo de país. Y me pregunté, 
	qué sueldos estarán cobrando del Estado. ¿Harían esa lucha donándole sus 
	ingresos a los pobres de toda pobreza? ¿O cuidarán la suya, y la de sus 
	familias?
	
	Lastimosamente creo que el sueño de "la América" se esfumó. En nuestro país 
	hay corporaciones, no solo estatales, de todo tipo, la UIA, la CAC, y por 
	supuesto los sindicatos y los partidos políticos. Todos piden su tajada de 
	la torta, una torta que se achica cada día más, que deja a los pobres cada 
	vez más indigentes, que está llevando a los privados a ser cada vez más 
	pobres.
	
	Hay mucha gente cómoda en el Estado, que exige ajuste por inflación, sino 
	traba todo lo que debe funcionar. Hace unos días el Subte A dejó de andar 
	por una decisión gremial, y la gente que lo paga se quedó en la vereda, 
	mansamente.
	
	No hay alternativa: ser empleado público tiene que dejar de ser un buen 
	negocio. Si se permita que unos pocos vivan toda su vida bien a costa de 
	otros, el país va a seguir en un caer indefinidamente.
	
	Mucha de esa gente dice usar el nombre de Patria a la hora de moverse. Y, 
	con gran tristeza y pesimismo, lamentablemente tengo que decir que creo que 
	la Argentina se convirtió en una Patria sin Patriotas.