Luis Varela

SABER INVERTIR

Edición en línea del Lunes 28 de marzo de 2022

 

 

LO QUE NO SE QUIERE MOSTRAR, NI VER

La madre de todos nuestros males

Escribe LUÍS VARELA
luisalbertovarela@hotmail.com

La Argentina está en recesión desde hace 11 años. No es la primera vez que suceden largos períodos de estancamiento, ocurren desde hace casi 100 años. Durante la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen (1916-1922), el país estaba entre los cinco países con mayor PBI per cápita del planeta, en una situación de enorme desigualdad. Éramos el granero del mundo, con familias multimillonarias y millones de personas pobres como lauchas.

Con desigualdad gigantesca, estábamos entre los más ricos, éramos la joya de América latina, el granero del mundo, un país con granos, minerales, inmensidad, todos los climas, tanto que entre 1870 y 1950 nos convertimos en una de las naciones mundiales que más emigrantes captaba. Todo el mundo quería venir a vivir a este paraíso. El año pasado, con desigualdad gigantesca y un nivel de pobreza pocas veces visto, el Banco Mundial ubicó al PBI per cápita de la Argentina en el puesto 105, entre 180 países.

Esto que nos pasa tiene una raíz estructural repetida. El único negocio que realmente funciona en la Argentina es el vinculado a la explotación agropecuaria. Sistemáticamente, es casi el único sector que obtiene ganancias de manera casi permanente. Tantas son las divisas que vienen desde ese tipo de explotación que los políticos la terminaron llamando "la gallina de los huevos de oro". Pero por supuesto, esa ganancia no viene sola: requiere de inversión, trabajo y buena administración.

En general se intentaron varias experiencias de repartir tierra en granjeros menores ("farmers", son llamados en EE.UU.). Pero en general los agricultores pequeños no fueron funcionando. O no tuvieron dinero para invertir y actualizarse, o no realizaron buena administración con selección de cosechas. Y este tipo de explotación fue derivando con los años en concentración, de grandes terratenientes que compran tierras a granjeros quebrados por monedas, y el país cayó en un embudo sin fondo.

Obviamente, en todas partes, sobre todo en las provincias, los que se iban quedando sin fuentes de trabajo lograron que amigos, parientes o políticos de turno los ubicaran de manera permanente en empleos estatales, que primero eran una solución temporal, pero que luego se transformaron en una ocupación permanente, sindicalizada, con reclamos de aumentos salariales atados a la inflación, y con paros que trababan todo el sistema si los aumentos no llegaban.

Para frenar cada bloqueo, los Gobiernos de turno, todos, fueron cayendo sistemáticamente en cuentas públicas en rojo, que se empezaron a tapar primero con deuda, luego con impuestos, con tributos que se colocaban "sólo por una vez", como el impuesto a las Ganancias que aplicó en enero de 1932 bajo la idea del subsecretario de Hacienda de la época, un tal Raúl Prebisch, bajo la Presidencia de José Félix Uriburu, que había derrocado el segundo mandato de Yrigoyen.

A partir de ese momento, Gobierno tras Gobierno, surgió el "Ah pero...", con cada administración culpando de sus problemas al Gobierno anterior. Y la solución encontrada para salir del paso fue siempre la misma: subir impuestos y tomar deuda, con crisis recurrentes, cada vez más complicadas, cada vez más repetidas y cercanas.

Para no repetirnos hasta el infinito, podemos recordar a la perfección el "puede fallar" de Macri, emulando al ilusionista Tusam. El creador del PRO inició sus primeros 23 meses de mandato a toda máquina, corrigiendo baches dejados por el Gobierno anterior, pero sin tocar la relación de empleo público sobre empleo privado. Es más: baja su administración se incorporaron al Estado un gran número de más empleos públicos, y con sueldos en las categorías superiores.

Así, en noviembre de 2017, con la hiperinflación de Alfonsín, la bonexización de los depósitos de Menem, el corralito de De la Rúa y la rotura del INDEC de Cristina colocados todos adelante de la nariz, la huida de capitales se inició, primero lentamente, luego más rápido, siempre sin parar, y últimamente convertida en una verdadera corrida, con fuga de dinero hacia afuera y hacia adentro (depósitos en el exterior o dinero en cajas fuertes o debajo del colchón).

En medio de esa huída sin fin, ya sin crédito privado de ninguna especie, Macri recibió por guiño directo del entonces Presidente Donald Trump una bocanada de aire, con un préstamo gigante del FMI, pero la corrida continuó, tanto que a los pocos meses Macri ya no pudo seguir colocando deuda en pesos, porque iba directo a otra hiperinflación, y realizó un default con moneda local, que de manera cajetilla denominó "reperfilamiento", era una secuela del Plan Bónex de Menem, un canje compulsivo de todos los plazos fijos que superaran el millón de australes, a cambio de bonos (denominados Bónex 89) que vencían en 1999.

Y así llegamos a este Gobierno, que reemplazó el "puede fallar", con el "Ah pero Macri", o el "Ah pero la pandemia", o ahora el "Ah pero la guerra en Ucrania. Pero lo cierto es que en medio de todos estos "Ah pero...", el ministro de la Producción Matías Kulfas acaba de anunciar con orgullo que entre diciembre de 2020 y diciembre de 2021 la desocupación bajó 4 puntos, del 11 al 7%, sin dejar traslucir que el grueso de los puestos ocupados son empleos del estado, la mayoría en las provincias.


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